Desde hace tiempo, ya se presiente, ya se siente, un amplio aire alegre y festero en toda la Isla. Ya el dios Momo hace muecas y visajes mientras, siempre alegre, muy en alto agita el cetro rematado por grotesca cabeza, el símbolo de la locura. El hijo del Sueño y de la Noche, dios de la burla y la censura, se acerca al compás vivo del hondo redoble del bombo y el metálico sonar de los platillos. En Santa Cruz de Tenerife, en la Isla toda, los escaparates del comercio se pueblan de los mil y mil vivos y alegres colores que, entre sus pliegues, dejan ver las máscaras que, como promesas para el Carnaval, nuestro entrañable Carnaval santacrucero, aúnan fácil y delicadamente todo un terror difícil y grotesco con las carcajadas plenas y sanas. El Carnaval está ya a la de vuelta la esquina. Quedaron atrás muy atrás, aquellas Fiestas de Invierno que, durante años, ocuparon su lugar. Ahora, como hace muchos años, los barrios de Santa Cruz, toda la Isla del Teide, se adornan con sonar y resonar de bombos, con voces alegres, muy alegres, y armonías de guitarras y bandurrias.
Ahora se ensaya y ultiman detalles a marchas forzadas y, paralelamente a verdadero prólogo musical, bien se escucha el zumbido, monótono y rápido, de las máquinas de coser que ultiman sus tareas. Las rondallas, las tradicionales rondallas, envueltas en las capas sonoras de sus músicas, se preparan para, con brío, acudir al certamen anual. Este, con aires de zarzuelas, cadencias de habaneras y alegres cantos del viejo Carnaval santacrucero, es número esperado y obligado en la plaza de toros cargada de años y recuerdos. En todos los barrios de Santa Cruz, las murgas ensayan y ensayan. Respaldadas por redobles de bombos, todos con aire marcial y, paradójicamente, alegre, ellas son un muy elevado porcentaje de la alegría de nuestro Carnaval tinerfeño. Las murgas llevan en sí, muy adentro, todo el espíritu crítico, alegre y censor, de la antigua y siempre nueva ciudad que, por siempre nueva ciudad que, por crecerá, al filo de la ola, a la misma vera de la mar alta y libre.
Las murgas son parte del alma de Santa Cruz, ciudad que una vez al año, censura y crítica con música y, también con música gangosa y penetrante de instrumentos artesanales de cartón piedra, aporta ideas y soluciones, mucho y bien, muy bien, laboran por el futuro de los barrios extendidos entre la mar dura y la tierra fresca. En toda ciudad, buen humor y alegría, músicas, risas, serpentinas y confetis. Y siempre, muy al fondo, el redoble de los bombos que anuncian el paso de las murgas. Nuestras máscaras, nuestro Carnaval, no tiene nunca lo tuvo, ni nunca lo tendrá, el aire triste que nos llega, cargado de años, en la prosa del Sr. Gutiérrez Solana. Este tiene y bien mantiene toda una gracia, toda una elegancia, por las calles bendecidas por la sonrisa del sol. Sobre la alegre claridad de Santa Cruz, pronto la amplia alegría del Carnaval, todo un brillar y rebrillar de colores, un sonar y resonar de músicas.
LIBRO "HISTORIA DL CARNAVAL DE SANTA CRUZ DE TENERIFE, TRIPULACIÓN DEL "LAYA" Y VISITA
En toda ciudad, un fulgor de estrellas que rompe los ojos, poderío de la luz y los sonidos y, para muchos, evocación de tardes de lejana infancia, días de niñez y pequeñez. Entre los antiguos Carnavales, aquellos de 1936 y los de hace unos años, dos guerras, la Civil y la Segunda Mundial. Pero nunca anclan en la niñez los grandes dolores y, así, con las serenas alegrías de la edad madura, volvemos a los inocentes placeres de la niñez y a las fogosas alegrías de la juventud. Cuando después de jornadas de horas infinitas y plenas, muchas horas infinitas y plenas, llegamos al sereno ocaso, evocamos la vida hecha de sombra y luz, de alegría y de dolor, y, también, el Carnaval que hizo historia en Santa Cruz de Tenerife, en la Isla toda.
EL CAÑONERO «LAYA»: Los que amamos a Santa Cruz inmensamente y sinceramente, y somos todos, volvemos ahora al libro que, en 1983, publicó el Ayuntamiento de esta capital: «Historia del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife», obra de Dª. María del Amparo Santos Perdomo y D. José Solórzano Sánchez. Para siempre, esto es, para después de después, ambos autores fueron a los antiguos rincones, a escudriñar la sencilla y profunda historia, a ver lo que había vivido y sufrido. Y, así, en cada uno de sus escritos pusieron toda el alma que en ellos latía, que en ellos vivía. Alguien dijo que el porvenir no existe, que no existe más que el pasado; que nuestras esperanzas las del que las tenga, no son sino recuerdos: recuerdos de esperanzas. Pero, eso sí, porvenir y pasado existen pues, con el segundo, construimos todo nuestro porvenir. Todo esto nos viene a la mente a la vista de las dos antiguas estampas que datan de1919, año en que, frente a la marquesina, se encontraba de apostadero el CAÑONERO «LAYA» de la Marina de Guerra española.
CAÑONERO "LAYA"
En los últimos años de la Primera Guerra Mundial, el «LAYA» gemelo de los «BONIFAZ», «RECALDE» y «LAURIA», bajó a Santa Cruz de Tenerife para, desde aquí, realizar misiones de vigilancia, dado que, con frecuencia, los submarinos alemanes operaban entre las Islas y, en cierta ocasión, en aguas del Hierro, hubo un encuentro entre uno de tales «U-BOATS» y un buque de la Royal Navy. En 1918 llegó la paz al mundo y «LAYA» continuó barado en aguas de Santa Cruz de Tenerife, siempre entre la Marquesina, el «muellito del carbón» y el antiguo fuerte de San Pedro donde era meta de los incipientes nadadores de la playa de Ruiz. Para tales nadadores, primero eran las gabarras carboneras y los aljibes flotantes la meta. de sus hazañas natatorias y, luego, las cadenas del «LAYA», siempre con toldos dados y los zallados, ambos a babor y estribor, con los botes tangones del servicio amarrados y a la espera de, a boga arrancada, poner proa a la marquesina.
LOS GEMELOS, "BONIFAZ" Y "RECALDE"
Por 1919, el «LAYA», estaba al mando del comandante De Rivera y su dotación compuesta por 130 hombres entre oficiales, suboficiales, cabos y marineros. Casi todos eran gaditanos y, en aquel Carnaval de 1919, organizaron una de las conocidas «chirigotas» que, con éxito total, participó en las fiestas de Santa Cruz. En las dos imágenes, ya cargadas de historia, la exhibición que, en el cuartel de San Carlos, que ahora desaparece en parte, hicieron los marinos del «LAYA», hace décadas y años. Con su humor, con toda su amplia gracia, ellos dieron amplia vida a las «murgas» que, desde entonces, recorren las calles de Santa Cruz de Tenerife, desde las que luego pasaron a toda la Isla, a todas las Islas. Ahora, cuando vuelve el sonar y resonar de los bombos, retornamos a la buena y sencilla historia del «LAYA», cañonero que llenó todo un capítulo de la historia del puerto tinerfeño.
EL CAÑONERO "LURIA" Y SUBMARINO TIPO "U-BOATS"
Como sus gemelos, fue diseñado por la Brown inglesa y, de acuerdo con la Ley de construcciones navales de 1908, en 1911, se arboló su quilla en una de las gradas que en Cartagena tenía la Sociedad Española de Construcción Naval. Allí nacieron a la mar sus tres gemelos y, ya en 1913, el «LAYA» mantenía misiones de vigilancia en las costas de Marruecos. De 800 toneladas, el «LAYA» tenía 65,45 metros de eslora, 9,1 de manga y 2,90 de calado. Su estampa marinera, muchos bien la recuerdan, era elegante y airosa, con proa de espolón incipiente, popa de crucero, dos palos en caída y chimenea a son de ellos. A proa, y a banda y banda, repartía dos piezas de 76 milímetros, sistema Vickers, y en la toldilla dos similares que, montadas en diagonal, podían hacer fuego tanto por estribor como babor. Dos ametralladoras completaban el armamento del «LAYA», buque que, con dos alternativas de triple expansión que tomaban vapor de dos calderas Yarrow, daban media de 13,5 nudos.
Tras su etapa en Canarias, el «LAYA», volvió a las aguas de Marruecos y, tales fueron sus intervenciones, Sidi-Dris, Afrau, etc., que se le concedió la Medalla Naval, impuesta en 1922 por el Rey Don Alfonso XIII con el buque atracado frente a la sevillana Torre del Oro. El «LAYA», el cañonero cuya dotación gaditana inspiró en Santa Cruz de Tenerife las ya tradicionales «murgas», se encontraba en Cartagena cuando, en julio de 1936, comenzó la Guerra Civil. Posteriormente pasó a Valencia, puerto en el que permaneció hasta que, en julio de 1938, fue alcanzado por impacto directo durante un ataque aéreo. Allí quedó, velaban palos y chimeneas, hasta que, reflotado en plena paz, fue luego desguazado. Primero con tronar de cañones e impactos de bombas, luego, con el chisporoteo alegre y casi verbenero de los sopletes de oxiacetileno, para siempre se fue de la mar la estampa elegante del «LAYA», el cañonero de la Marina de Guerra española cuya, dotación «importó» a nuestra ciudad las «chirigotas» gaditanas, las actuales y muy celebradas todas con e historia.
Las «murgas» siempre han tenido, siempre han mantenido y mantienen, una actividad febril que nunca ha trabajado en el vacío. Lanzan sus flechas, pero, eso sí, siempre ponen en sus puntas las flores que dan dulzura al agrior. Son la auténtica fiesta de todos, la de multitud asombra da y festiva, pues, al soplo de una inspiración local e inspiradora, todas ponen el sello de un estilo personal. En las imágenes, muchos encontrarán toda el alma de la infancia, de cuando todo era alegría, niñez de gozo tranquilo y despreocupación. Luego llegaron las quemaduras y amarguras del dolor, verdadero pan del hombre, y los rencores de las desilusiones. Pero, eso sí, todos los de la ciudad tibia y riente, la que siempre bien vivió el Carnaval mantuvieron en el corazón de sus corazones toda una juventud que vuelve con un rebrillar de estrellas.
El cielo de muchos años se apoya en las imágenes de la primera «murga» que alegró los Carnavales de nuestra ciudad, los del amplio buen humor y la alegría que, cuando llegamos al sereno ocaso, tras jornadas de horas infinitas y plenas, nos recuerdan que la juventud es imaginación, fuego, impulso, espontaneidad creadora. El Carnaval tinerfeño siempre ha dejado, deja y dejará, hambre de recuerdo en el corazón todos. Y es que es sencilla la alegría todo un relámpago de luz, el cielo de nuestro Carnaval. En la vida, hecha de sombra y luz, de alegría y dolor, ahora el Carnaval, la evocación de la primera «murga» chicharrera, también primera de Canarias Ahora, sigamos con el Carnaval pues, bien lo comprendemos, de Momo es hijo del Sueño y, reflejo de tal divinidad, queremos seguir soñando. A tal sueño nos invita la visión de la «murga» que inició todo un capítulo, hoy plenos de esplendor, en el Carnaval de Santa Cruz, de toda la Isla del Teide, de todas las Canarias.
Próximo sábado día 18 de Junio, se publica el capítulo 21: EL OLENDER Y LAS PRIMERAS ACTIVIDADES DE CEPSA. Por Juan A. Padrón Albornoz 05-07-1989.
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